Aún recuerdo como si fuera ayer el día en que pisé la Resi por primera vez. Era septiembre de 2004, hacía calor, acababa de aterrizar en Tenerife, sin entender ni hablar nada de español, buscaba un lugar donde quedarme, encontré la Resi, y en la Resi te encontré a ti. Tenías muchos dones Eve, uno de ellos era el de hacer sentir a todas tus residentes como en casa, y así me sentí yo nada más conocerte, y ahí me quedé. Luego pasaron muchas cosas. Recuerdo tu alegría el día que te dije que quería entrar en la Congregación, tu apoyo cuando se lo tuve que explicar a mis padres, tus detalles hacia ellos cuando vinieron a verme; las clases de repostería, las visitas a tus pájaros, o cuando antes de rezar en la capilla nos contabas que de joven cantabas en la catedral de Los Realejos. Después volví a la Resi de juniora. Acababa de salir del noviciado, y aún tenía mucho camino por hacer, pero contigo fue más fácil, porque en todo lo que hacías o decías había tanta exigencia cuanto amor y ...
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